Somos Seres de Luz encarnados. Somos ante todo un alma que posee un espíritu creado a partir del Espíritu Universal. Y esta dupla alma-espíritu va a proyectarse en diversos planos de conciencia, entre los que está la Tierra, en el plano físico, que es el plano más denso de la materia.
Proyección del alma en distintos planos
Para entender esto, el Maestro Saint Germain compara a los seres humanos con un sol o una estrella. La estrella es una energía en el universo y una fuente de luz que irradia en varias direcciones. Los rayos de la estrella son múltiples y se propagan por el universo. Cada rayo es una expresión de la fuente luminosa, de la estrella que es, ella misma, una expresión del universo.
Estos rayos van a seguir recorridos energéticos, canales y pasadizos de la matriz universal. Algunos de estos rayos, circularán de manera continua en el universo y otros se encontrarán con planos de conciencia. Imaginen que uno de esos rayos estuviera dirigido a la Tierra. Así, para posibilitar la encarnación, se creará un espíritu y la dupla alma-espíritu hará que esta luz pueda grabarse en la materia.
Vidas paralelas
Esta luz se grabará en una primera célula, en un feto. Y aquí se producirá la fusión del alma, del espíritu y del cuerpo, y un ser en crecimiento está concientizado. Desde ya pueden comprender que otros rayos puedan ser proyectados hacia otros planos de conciencia y manifestar otra creación. Eso significa que un ser puede tener vidas paralelas.
Es decir que mientras cada uno de nosotros vive en esta tierra, asociado a la encarnación, otra forma de vida, en otro espacio de la misma dimensión o de otra dimensión, puede resultar ser la expresión de la misma alma.
Pero, por ahora, mientras no podamos desarrollar el poder de proyección del ser hacia otros planos de vida, vamos a ocuparnos de nuestra presente encarnación.
Nuestra verdadera naturaleza
La base más natural para poder desplegar nuestros poderes es la paz interior. Y ese estado de paz predomina cuando el ser está consciente y tiene la sensación de ser UNO con todas las formas de vida universales. Vibremos, entonces, en un estado de paz, un estado de paz con nosotros mismos y con el entorno.
Una vez encarnados, debemos usar nuestra esencia, nuestros dones y cualidades esenciales para desplegar nuestros potenciales, para crear, pues esta es nuestra naturaleza real. Estamos movidos por un impulso de creación. Y cuando hay interrupción o contracción de este movimiento creador, padecemos graves malestares, pues nos encontramos en conflicto con la razón misma de nuestra encarnación.
El origen de nuestro sufrimiento
Al encarnar, las influencias que recibimos nos apartan del camino. Los recuerdos y grabaciones genéticas, un entorno condicionado. Y esto nos lleva a satisfacer los deseos o normas del entorno en vez de escuchar a nuestra alma y expresar lo que nosotros somos. Ahí entramos en conflicto con nosotros mismos
Cuando actuamos conforme a lo que nuestra Alma y nuestro Yo Superior nos indican, cuando nos acogemos a nosotros mismos como lo que realmente somos, comenzamos a entrar en un estado de paz profunda. Mientras no recuperemos esa paz interior, no podremos realmente recuperar, sentir, comprender ni desplegar nuestros poderes sutiles.
El sufrimiento y las emociones aflictivas son tan importantes hoy en los seres humanos que hasta creemos que es un estado natural en este mundo. Y además creemos que debemos sufrir para liberarnos de nuestras sombras, de nuestras culpas y así alcanzar la felicidad que, consideramos que no es de esta tierra.
Así pensamos que la vida carece de sentido. Entonces este será el momento para despertar, para abrir la conciencia a otra perspectiva de existencia.
Recuperar nuestra paz interior
A partir del recupero de esta paz interior profunda, podremos sentar las bases para recuperar nuestros poderes espirituales, y esas bases utilizarán, por supuesto la ley de atracción, la fuerza de la intención y el estado de gozo.
Porque cada ser humano en esta tierra es la manifestación encarnada de la divina Presencia Yo Soy, que le confiere todos sus poderes reales. Esta Presencia es el Maestro de luz interior, expresión de la divinidad, de su infinidad, inmortalidad y de su perfección. Es la expresión del alma ilimitada en toda su magnificencia, omnipresencia, omnisciente y omnipotente.
La divina Presencia Yo Soy
Pero para llegar a este saber, a este estado de gracia que nos permite manifestar estos poderes, nosotros como alma encarnada debemos seguir un proceso de aprendizaje, un proceso de evolución espiritual siguiendo el camino que nos mostraron los maestros para lograr esa conexión permanente con nuestra divina presencia Yo Soy que es la fuente del poder creador, de la fuerza física, psíquica, espiritual y cósmica.
Así como el personaje creado por los miedos y los deseos es una ilusión, la realidad del ser es esta presencia Yo Soy, una realidad energética, cósmica, pero también terrestre.
Mientras el ritmo vibratorio se eleva, mientras la atmósfera terrestre está transformándose, mientras la naturaleza está en mutación y otras formas de vida se manifiestan, es importante que nosotros los seres humanos no sólo reconozcamos nuestra divina Presencia Yo Soy, sino que nos unamos a ella, que estemos permanentemente conectados en todos nuestros quehaceres cotidianos. Con esta conexión podremos hacer frente a todos los cambios que se están produciendo, adaptarnos y mantener el equilibrio, además de abrirnos a una vida más sutil y a otros espacios dimensionales.
El ser que verdaderamente existe es el Yo Soy, el alma-espíritu que está dentro de nuestros cuerpos físicos, eso somos nosotros, el otro, el personaje, es en sí una máscara. Mientras estemos separados de nuestro Yo Soy, vamos a sufrir decepciones, desilusiones y también formas de autodestrucción
Una vez que hayamos comprendido esto, la primera verdadera misión nuestra es vibrar cada vez más en la Presencia Yo Soy, en sentir su fuerza universal y su guía en todo lo que hagamos.
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