1 Para los budistas hay dos tipos de fenómenos: los que existen en forma permanente y los que existen con intermitencia o sea son temporales. El hecho de que algunas cosas acontezcan en algunos momentos implica la existencia de causas. O sea que estos fenómenos no se producen independientemente, sino que dependen de otras condiciones. Por lo tanto, todos los fenómenos que se producen en algunos momentos y no en otros dependen de diversas causas y condiciones.
O sea, reconocen la ley universal de causa y efecto. Cuando enseñan el Dharma este no tiene más que un único objetivo: disciplinar la mente
Dharma, palabra sánscrita utilizada en diversas religiones, especialmente de origen védico.
El ser humano puede escoger como y de qué manera quiere sufrir las consecuencias por sus acciones, en este momento es donde entra el dharma que caracteriza la naturaleza interior del ser humano y reconoce que existe una Ley Divina y unos principios morales que deber ser reconocidos y obedecidos para lograr el camino de la perfección y la felicidad en este mundo y en el próximo.
El individuo que practica el dharma se caracteriza por hacer el bien al prójimo, desenvolver la felicidad y la fraternidad universal, así como desarrollar una conducta, pensamientos y otras prácticas mentales que eleven el carácter de un Ser, que lo lleva a obtener prosperidad, felicidad eterna y la cesación total del dolor.
A los fenómenos condicionados los clasifican a su vez en tres categorías: los pertenecientes a las formas (color, configuración y otros que se pueden ver y tocar), los que atañen a la conciencia y los que no se adscriben ni a la forma ni a la conciencia. La conciencia no tiene ni forma ni color, no puede ser medida de ninguna manera en términos físicos, pero existe y capacita para sentir y experimentar. El tiempo no tiene forma ni conciencia, pertenece a la tercera categoría.
La sabiduría trascendente omnisciente remite a la conciencia que conoce todas las cosas. La conciencia está vinculada a la capacidad de ser consciente de los objetos y por lo tanto no puede darse en ningún ser que no tenga la propiedad de ser consciente.
El estado de omnisciencia es el fin último que engloba todas las perfecciones y entre las tres categorías de fenómenos condicionados, se clasifica en la categoría de la conciencia. Conocer o comprender, tal es la función de la mente. Por ejemplo, cuando decimos entiendo o veo y tenemos una experiencia o sentimiento de ello, esa experiencia es producida por la conciencia.
Cuando la conciencia del ojo percibe una forma física decimos “veo tal forma física” y cuando la conciencia mental experimenta por ejemplo “felicidad” o “sufrimiento” decimos “soy feliz” o “sufro”. La conciencia es la que se desempeña la función de conocer.
Cuando se reúnen las condiciones necesarias, su capacidad de percibir aumenta y el espectro de los objetos de conocimiento se despliega, mientras que la comprensión se vuelve más profunda.
Así es como la mente puede desarrollar plenamente su potencial. Y la Omnisciencia es el apogeo o la perfección de la capacidad mental para percibir los objetos. La mente es omnisciente en el sentido que puede conocer todas y cada una de las cosas sin ser obstaculizada por las variaciones del tiempo y del espacio.
Entonces la sabiduría que conoce todas las cosas procede de la consciencia y, por definición, es el producto de causas y de condiciones. Por lo tanto, opinan los budistas, que ni siquiera la sabiduría omnisciente puede sobrevenir sin sus causas.
Por lo tanto, quienes aspiren al fruto último de la omnisciencia, deberán desarrollar las causas y condiciones completas y correctas. Además, los aspirantes deben estar muy motivados en su objetivo.
Pero, advierten los budistas, hay obstáculos que impiden a la mente abrirse a una dimensión de total conocimiento y por lo tanto deben ser eliminados.
Y lo que impide a la mente ser consciente de sus objetos de conocimiento es para los budistas, la ignorancia. Y definen a la ignorancia como la concepción errónea de una existencia real, lo que también se designa como ignorancia que se adhiere a un extremo, el de la cosificación. Es lo que los hindúes llaman la ilusión de maya.
Por lo tanto, esta ignorancia es algo que debe ser disipado y eliminado cultivando su antídoto.
La mente que percibe la inexistencia del yo es el antídoto o el opuesto, y no se equivoca en lo relativo a su objeto. La mente que percibe la naturaleza insustancial de un objeto, tiene como soporte una cognición válida. La mente que percibe la naturaleza desprovista de ser de un objeto es un antídoto poderoso contra la mente ignorante, y por eso la mente ignorante puede ser vencida.
La mente que percibe la realidad está concebida como una conciencia clara trascendente, una cualidad de la mente. Y cuando acostumbras a la mente a aprovechar sus cualidades, estas pueden ser desarrolladas sin límites.
Opinan los budistas que la realidad o el vacío de la existencia real es algo que debe establecerse mediante la lógica. Existen razones válidas y perfectas que prueban el vacío de la existencia inherente. Por el contrario, no existe ninguna manera lógica de probar la existencia real.
Nos es posible dilucidar si hay una realidad más allá de lo aparente. Percibimos habitualmente la realidad o el vacío como algo distinto de su modo de existencia real. Nuestra percepción de cosas no permanentes como las cadenas montañosas o las casas, no coincide con su modo real de existencia. Algunas de estas cosas existen desde hace muchos siglos o incluso millares de años. Y nuestra mente las percibe solamente así, como duraderas y permanentes, insensibles a cambios temporales.
Sin embargo, si examinamos estos objetos a nivel atómico, comprobamos que se desintegran a cada instante y sufren cambios constantes, La ciencia describe también esa forma de cambio. Estos objetos parecen sólidos, estables y duraderos, pero en su verdadera naturaleza cambian constantemente, no permanecen inmutables un solo instante.
Entonces debemos preparar la mente para que despliegue todo su potencial. Para ello se requiere práctica. La meditación opera una transformación positiva de la mente, es decir, elimina sus defectos y mejora sus cualidades
Para ello los budistas hablan de dos tipos de meditación: la analítica y la unificadora (meditación en un punto o concentración directa sobre un objeto, sin razonamiento implicado). En la analítica, el meditador realiza un proceso analítico sobre el objeto y cuando ha obtenido cierta convicción en lo que concierne al objeto, concentra su mente sobre él, sin más análisis.
La combinación de las meditaciones, analítica y de concentración, es una práctica eficaz para habituar la mente a la meditación y así prepararla correctamente
La mente gobierna el cuerpo y la palabra y, por lo tanto, toda preparación del cuerpo y de la palabra ha de empezar por la mente.
Para que tenga lugar una preparación física y verbal, debe haber una motivación de antemano. La mente ve la ventaja de tal preparación y desarrolla un interés por ella, El propósito de la preparación de la mente es hacer satisfactoria nuestra vida.
Entonces la tarea en que debemos aplicarnos consiste en descubrir los medios y los métodos que nos permitan, por una parte, eliminar lo que es erróneo y por la otra reunir las condiciones propicias para la transformación de nuestra mente.
En determinadas situaciones nuestro éxito depende de nuestra actitud física, verbal y mental. Y dado que la mente es el patrón, es esencial disciplinarla. Las alegrías o las penas de la vida dependen del poder e inteligencia de la mente y la manera en que dichas experiencias afectan a nuestra vida dependen también de nuestra mente. Esto puede condicionar nuestra actuación futura.
Cuando utilizamos mal nuestro potencial espiritual, cometemos errores y sufrimos desagradables consecuencias. Por el contrario, cuando el potencial intelectual es hábilmente explotado, gozamos de resultados favorables y agradables.
Algunas personas, gracias a que controlan su mente, apenas se perturban por el fracaso y las circunstancias adversas, Esto es un ejemplo de por qué es tan importante domar y preparar la mente.
Toda acción deja una huella en el seno de nuestra conciencia mental (impresión o huella kármica) que se imprime en la conciencia cada vez que se realiza un acto y que lleva la semilla de una situación futura de la misma naturaleza que el acto que acaba de ser realizado.
La filosofía budista describe muy claramente las instrucciones y los métodos que propiciarán el alcance de una mente omnisciente, la cualidad más elevada de la mente, que no es otra cosa que el apogeo de su potencial y su poder.
Para lograr este fin último, que es la mente omnisciente, debemos aprender sus causas completas y correctas. También debemos asegurarnos que seguimos el orden correcto de preparación.
Y entre las causas y condiciones debemos cultivar las causas correctas y completas. Si ponemos en práctica causas erróneas, aunque trabajemos duro y durante mucho tiempo, el objetivo deseado no será alcanzado. El resultado no se producirá si cada causa no ha producido su efecto. Por ejemplo, sin la semilla, el resultado del brote no se producirá.
El preparar las causas en buen orden es esencial para permitir a la mente abrirse y llegar a ser omnisciente.
El Dalai Lama, según expresa en su libro, reconoce que es difícil poder explicar cuáles son las causas y condiciones del fin último de la omnisciencia (es como un ciego que quiere explicarle a otro ciego).
Pero expresa que según palabras de Buda: “la sabiduría trascendente de la omnisciencia hunde sus raíces en la compasión y emerge de causas: el pensamiento altruista, el espíritu del despertar de la bodhichitta y la perfección de los medios adecuados. Por lo tanto, si estás interesado en la omnisciencia, debes practicar tres cosas: la compasión, el espíritu del despertar o bodhichitta y los medios adecuados”
Estas son las causas correctas y los medios para adquirir la omnisciencia. El espíritu del despertar se apoya en la compasión.
Esta práctica debe basarse en las seis perfecciones: generosidad, la ética, la paciencia, el esfuerzo entusiasta, la concentración meditativa y la prudencia. Poniendo especial acento en la unión de las meditaciones de la calma mental y la visión superior.
La compasión es la raíz de la doctrina del Buda.
1 Extraído del libro del Dalai Lama “La Meditación Paso a Paso”
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