1 Otra consideración budista es la del ciclo de las existencias. Este concepto se define como un proceso cíclico continuo que fluye de un instante a otro bajo las influencias de las emociones perturbadoras y del karma. Este fenómeno tiene sus causas, pero estas no son permanentes. Si las causas fueran permanentes el resultado también lo sería.
Pero este ciclo de las existencias no es de ninguna manera, según los budistas, un producto de la voluntad de Dios. Entonces ¿qué es el ciclo de las existencias? Surge, dicen, participando de la naturaleza esencial de sus causas. Las dos causas radicales de un nacimiento en el ciclo de las existencias son el karma y las emociones perturbadoras.
La ignorancia que es la concepción errónea de una existencia real, es la más grave de las emociones perturbadoras. Y esta ignorancia que yerra sobre la existencia no es algo que haya caído del cielo, sino una creación de la conciencia.
Normalmente en una relación causa-efecto, la causa y el efecto son de la misma categoría (de un grano de arroz nace un brote de arroz, no de cebada). La conciencia sigue también un esquema similar. Cada momento de la conciencia produce un resultado posterior de la misma categoría, es decir otro momento de conciencia.
Al respecto los textos budistas mencionan que durante su nacimiento en el ciclo de las existencias, los seres han sido nuestros parientes un número incalculable de veces. Y acá debemos volver a la bondad de los seres y reflexionar sobre ello. Cada uno de ellos nos ha hecho bien directa o indirectamente. Por eso se cultiva el amor benévolo y la compasión en relación con el número infinito de seres.
El resultado de todas estas prácticas es el espíritu del despertar. A un nivel mundano y convencional, los enemigos son los que nos causan perjuicios y por esta razón nos resultan hostiles, pero si se considera desde otro ángulo, podemos acumular una gran experiencia y proseguir un adiestramiento en nuestras relaciones con nuestros enemigos.
En esta relación de enemistad es donde podemos empezar a practicar la paciencia y la tolerancia y así aligerar el fardo de la cólera y el odio. Por tales razones algunos tratados describen a nuestros enemigos como nuestros mejores maestros.
En resumen, todos los seres, incluidos nuestros enemigos, nos ayudan de diversas maneras y nos rinden un considerable servicio, bien sea, directa o indirectamente.
Y aquí, en este punto, podríamos referirnos a la Ley del Espejo (esta no surge del budismo sino de Yoshinori Noguchi) y se refiere a lo que podemos aprender de nosotros mismos a partir de los demás. Esta ley es una herramienta importante y muy efectiva para llegar a conocer aquellas cosas de nosotros que no podemos ver a simple vista. Y nos enseña que poniendo atención y trabajando sobre nuestros propios conflictos podemos también fortalecer la manera en que nos relacionamos con los demás.
La ley del espejo nos dice que cada evento que se desarrolla en la realidad es un resultado ocasionado por una causa que se encuentra en nuestro interior.
Estamos acostumbrados a señalar a los culpables de nuestra infelicidad (jefe, pareja, hermano, etc). A nuestra manera de ver somos víctimas de su influencia y esto va generando un resentimiento que se va acumulando con el tiempo hasta explotar.
Para Noguchi cuando nos enfadamos, lo hacemos con nosotros mismos y según él hay cuatro razones por las que el enojo se manifiesta:
- La igualdad: a veces las actitudes del otro contra las que tanto reaccionamos son comportamientos que nosotros mismos poseemos. Nuestro inconsciente no reacciona bien al ver esa imagen reflejada en el espejo de la vida. El enojo, es así una forma de defenderse y diferenciarse de eso que se está observando.
- La contrariedad: esta es una reacción contraria que también nos señala nuestra propia imagen. Estamos tan acostumbrados a identificarnos con algunas actitudes que consideramos positivas, que nos enoja de manera exagerada la conducta contraria. Esto se da porque cuestiona la identidad que nosotros mismos nos hemos construido, y eso dispara el mecanismo de defensa.
- Nuestra actitud frente a terceros: esto se da cuando una actitud que una persona está teniendo con nosotros nos recuerda a la misma actitud cuando nosotros la tenemos con otra persona y eso nos disgusta. En este caso nos molesta que recuerden nuestra propia mala actitud.
- La idealización: en este caso el enojo se despierta porque la imagen que el espejo nos devuelve no condice con la forma en que nos gustaría que las cosas sean. Esto nos decepciona, nos demuestra nuestra equivocación y nos obliga a lidiar con la frustración de no llegar a cumplir nuestras expectativas. Nos rehusamos a aceptar la realidad.
La ley del espejo nos habla de la importancia de perdonar a aquellas personas a las que guardamos rencores a lo largo de nuestra vida. Aquel que no puede perdonar vive atado al pasado y con el corazón lleno de ira hacia otra persona. De esta forma nunca conseguiremos la paz interior. De esta forma perdonar se vuelve también un acto de amor con uno mismo.
Volviendo ahora al texto del Buda, este dice “Una vez que hayáis desarrollado en vuestra mente la ecuanimidad respecto a los demás, meditad sobre el amor benévolo. Humedeced el continuum mental con el agua del amor benévolo y preparadlo como prepararíais un abono de buena tierra. Cuando el grano de la compasión se plante en una mente así, su germinación será rápida, conveniente y completa. Una vez que el flujo de vuestra mente se haya empapado de amor benévolo, meditad sobre la compasión. Después de haberos preparado así, os sentiréis muy próximos a todos los seres, y desarrollaréis una gran empatía respecto de ellos.
El espíritu de compasión tiene como naturaleza el anhelo de que todos los seres sufrientes queden libres de sufrimiento.
Algunas causas de sufrimiento que afligen a los seres humanos tienen que ver con aquellos cuya mente está trabada por diversos lazos de emociones aflictivas, tales como el deseo-apego.
Otros están sumidos en los tormentos creados por diferentes tipos de visiones erróneas. Y como todo ello es causa de sufrimiento, los seres humanos están constantemente inmersos en un dolor intenso, como si estuvieran al borde de un precipicio.
La aflicción que produce el sufrimiento se relaciona con el dolor físico y la ansiedad mental. Lo que llamamos felicidad, no es la felicidad perfecta, sino la simple ausencia de las formas más primarias de sufrimiento. Pero esta felicidad contaminada no perdura, sino que está destinada a desembocar en el descontento y por lo tanto se la caracteriza como aflicción del cambio.
El sufrimiento omnipresente, es decir, el agregado de todos los sufrimientos de todos los seres, son el resultado del karma pasado y de las emociones aflictivas y se comportan como un agente que genera más karma y emociones aflictivas.
Entonces, la siguiente etapa en el proceso de adiestramiento de la mente atañe a la voluntad de liberarse del sufrimiento. Nos resulta esencial identificar la naturaleza real de los sufrimientos para engendrar el deseo de liberarnos de ellos.
Dice el texto budista:
«Por lo tanto, considerar que los seres errantes están como inmersos en una hoguera de sufrimiento. Pensad que son todos como vosotros y que no desean absolutamente ningún sufrimiento ¿Cómo librarlos de tal aflicción? Haced que sus sufrimientos sean los vuestros. Sea que estéis comprometidos en una meditación unificadora, sea que prosigáis vuestras actividades ordinarias, concentraos en todos los seres y desead que se liberen del sufrimiento. Comenzad por meditar sobre vuestros amigos o parientes. Reconoced hasta qué punto soportan los sufrimientos a los que han sido expuestos”
Comenzamos así la etapa de la meditación dedicada a desarrollar la compasión. La compasión es el deseo de que todos los seres sean libres del sufrimiento y de sus causas.
Con el fin de adiestrar la mente en esa actitud compasiva debemos desarrollar una práctica que incluya sesiones formales de meditación y luego mantener esta actitud compasiva en nuestra vida cotidiana, mientras andamos, dormimos, sentimos o trabajamos. Estas prácticas enriquecerán el desarrollo del espíritu de la compasión.
Una vez que hemos visto que todos los seres son iguales, que no hay diferencia entre ellos meditaremos sobre los seres que nos resultan indiferentes y cuando la compasión que sintamos por ellos sea la misma que sentís por vuestros amigos o parientes, meditad sobre la compasión extendiéndola a cualquier ser que se encuentre en las diez direcciones del universo.
Cuando meditemos sobre la compasión, si nos concentramos en un ser animado que sufre, como lo hemos hecho durante la meditación de la ecuanimidad, nuestra meditación sobre la compasión será más eficaz.
Para comenzar pueden visualizar el intenso sufrimiento de los seres tocados por el infortunio. También podremos meditar sobre la compasión concentrándonos en quienes tiene una inclinación hacia las acciones negativas más graves y que reúnen los tres factores de intención, acción y cumplimiento. Aunque en ese momento no sufran grandes tormentos se hallan en el proceso de acumulación de causas de peso para, posteriormente, experimentar esos sufrimientos.
Este tipo de meditación nos ayudará para adiestrar la mente en la compasión respecto a cada uno de los seres que están inmersos en el ciclo de las existencias; todos los que, bajo las emociones perturbadoras, son esclavos de la ignorancia que es, a la vez, una concepción errónea de una existencia real y egocentrismo.
La compasión es un estado mental en el que se desea que los seres estén libres de sufrimiento y el amor benévolo consiste en desear que encuentren la felicidad.
La meditación del amor benévolo comienza con vuestros amigos y seres queridos. Tiene como objeto que ellos encuentren felicidad. Poco a poco extiendan el alcance de vuestra meditación hasta incluir a los extraños e incluso a vuestros enemigos. Acostumbrándonos a la compasión engendraremos gradualmente el deseo espontáneo de liberar a todos los seres. Y una vez que nos familiarizamos con este deseo y tomando la compasión como base, meditemos sobre el espíritu del despertar.
Todos nosotros deberíamos esforzarnos en cultivar un estado mental compasivo en nuestra vida cotidiana.
Si cada uno de nosotros se dedicara a cultivar ese deseo de ayudar a los otros desde el fondo de su corazón, experimentaríamos un sentimiento de confianza que pondría nuestra mente en un estado de tranquilidad
En cambio, cuando nuestra mente está agitada y perturbada o mostramos mala voluntad hacia los otros seres, nuestra propia actitud nos hará que los percibamos como negativos y severos con nosotros. Este es el reflejo de nuestra actitud interior, de nuestros sentimientos y nuestra manera de sentir y por esta razón viviremos constantemente en el miedo, la contrariedad, la ansiedad y la inestabilidad.
Somos por naturaleza sociales, obligados a depender los unos de los otros, por eso debemos cultivar el afecto y la preocupación por el prójimo si realmente deseamos la paz y la felicidad
Los sufrimientos surgen de causas y condiciones específicas que son convocadas por cada uno de los seres de una manera personal, Así, resulta de extrema importancia que sepamos lo que puede ser practicado y lo que debe ser abandonado, lo que lleva al sufrimiento y lo que determina una felicidad duradera
Por lo tanto, para ayudar a otros seres primero debemos recorrer nosotros el camino de la perfección. La omnisciencia solo se alcanzará una vez hayamos purificado las emociones aflictivas en el seno de nuestra mente. No se puede alcanzar en base a simples deseos o plegarias.
Por lo tanto, es importante cultivar la práctica de una mente que reposa en calma con la visión superior.
Una mente que repose en calma implica un estado mental tal en el que la mente reposa sobre el objeto de nuestra elección en el que no es distraída por otros objetos exteriores al objeto de concentración mental y meditación. Este estado mental recibe el nombre de concentración unificada
La visión superior entraña una mirada superior sobre la realidad última o sobre el objeto de concentración.
El Sutra dice: la concentración puede suprimir eficazmente las emociones aflictivas, y la sabiduría, destruir totalmente su potencial latente.
1 Extraído del libro del Dalai Lama “La Meditación Paso a Paso”
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